Sufrir se había convertido en su empresa, el recurso para que los demás estuviesen pendientes de él.
Siempre había un problema salvador que le hacia evadirse del presente , algo que siempre entendía y calculaba, y que por ultimo terminaba entorpeciendo el camino, la amistad, el trabajo, la ilusión o lo que fuera, las desgracias ajenas le estimulaban y las agradecía como descanso de si mismo.
Comprendió que la felicidad dependía de su cantidad de sufrimiento y sufría mejor que nadie, vaya si sufría, reinventaba el problema cuando no existía formando parte de toda una estrategia fortalecida por el tiempo.
Beneficios tenía, el amor y comprensión de los demás estaban casi asegurados, sufriendo era mas entendido, valorado y por supuesto más querido, así que fortaleció al máximo su formula personal para justificar aquella vida vacía .El autoengaño se convirtió en su mejor aliado y sufrir suponía ante todo no responsabilizarse de decisiones incómodas.
Así era Mario Montiel, necesitaba sufrir.