jueves, 23 de agosto de 2007

El patito verde




Érase una vez un patito verde como la hierba, como los repollos y las lechugas, verde como los cocodrilos y los melones, tenía los ojos y las patas, la lengua y hasta el corazón verde; paseaba continuamente alrededor de una casa con muros pesados, una casona de piedra que menguaba por momentos derrumbada por su pena y su pesadez, una casa que en otro tiempo fue cuna y alegría de muchos patitos verdes , pero que con el paso del tiempo comenzó a desplomarse; primero fue el tejado y mas tarde aquellos muros grandes y pesados. Para los patitos verdes no tenía mayor importancia, estaban acostumbrados a cambiar de residencia cada cierto tiempo, eso formaba parte de sus vidas, les ayudaba a agitar sus alas, y les ilusionaba respirar otros aires; pero el patito verde de nuestra historia no quería abandonarla y seguía dando vueltas a la casa, lentamente y cabizbajo el patito daba su vuelta numero treinta y seis intentando entender aquella destrucción, algo muy raro le estaba sucediendo aquel día, al acercarse a los muros sentía cómo su cuerpo cambiaba de color, , unas manchas blancas le habían salido en la piel, su cuerpo se estiraba hasta convertirse en una bola, pensó con cierto pavor, que se volvería más veloz y podría dar más vueltas en menos tiempo, pero cuando estaba casi a la mitad de recorrido su cuerpo comenzó a encogerse más y más ,se encogió tanto, se volvió tan pequeño que las hormigas pasaban a su lado asustándole. No entendía qué le estaba pasando y sintió miedo , se paró y su cuerpo comenzó a aumentar y aumentar a la vez que se volvía transparente, no estaba dispuesto a preocuparse , también le gustaba pasar inadvertido , eso le evitaría dar explicaciones inoportunas, por fin se tranquilizó , dio la vuelta entera a la casa , giró su cabeza hacia los muros y por primera vez miró hacia otro lado, vio un árbol de ramas inmensas, rodeadas de mágicos colores, el patito estaba a punto de salir de aquel circulo que había sido su vida, quiso dar un salto y su cuerpo no respondió pero fue tal la fuerza y el empeño que puso en ello ,que engordó mágicamente 200 kilos y comenzó a volar casi sin darse cuenta. Se acercó al árbol mágico que nunca había mirado y allí, posado sobre la primera rama se encontró con un pájaro amarillo. El patito le preguntó:
-¿Vives aquí? Y el pájaro amarillo le contestó.
–Si.
-¿No vuelas nunca?
-no- le contestó el pájaro.
El patito verde estaba extrañado pero en la segunda rama le esperaba una sorpresa mayor, allí vivía un pez rojo, el patito le preguntó:
-¿Vives aquí?
- Si –le contestó.
-Pero tú eres un pez, necesitas agua para poder vivir, ¿Cómo es posible que vivas aquí?
-Siempre viví aquí-contestó el pez.


El patito siguió escalando y en la tercera rama vio una zanahoria, el patito no dejaba de sorprenderse y necesitaba una explicación así que le hizo la misma pregunta.
-¿Usted vive aquí?
Y la zanahoria contestó
-Si, yo siempre viví aquí.
-Pero usted es una zanahoria y necesita tierra para cuidar sus raíces y crecer. La zanahoria ofendida le contestó.
-Siempre viví aquí y no estoy dispuesta a marcharme a mis años.
El patito verde no sabía por qué se había enfadado y miró hacia arriba, allí posada sobre una rama estaba la luna sonriente, pero él sabía, porque se lo habían dicho de pequeño que a las lunas nadie les hace preguntas, así que siguió explorando ramas mientras notaba como la luna le guiñaba un ojo, de la penúltima rama colgaba algo muy extraño, un coche guiado por un pequeño patito verde, así que no lo pudo remediar y aunque se había propuesto no asustarse por nada, le preguntó de nuevo.
-Patito ¿vives aquí? Y el patito le contestó.
–Sí, vivo aquí.
-Pero los coches solo circulan bien cuando están en la carretera, aquí no se puede sentir el aire, y el rugido de las ruedas en el asfalto. El pequeño patito, sin apenas mirarle le contestó
-Yo vivo aquí.
El patito siguió volando vio su casa destruida y por un momento sintió deseos de volver a ella pero algo muy grande se balanceaba en la última rama, era un enorme hipopótamo verde con los ojos muy asustados, no quería preguntarle, pero no pudo evitarlo.
-¿Vives aquí?-le preguntó asustado.
-Sí-le contestó el hipopótamo.
-Pero como es posible que las ramas resistan tu peso, seguro que pesas más de cinco toneladas. El hipopótamo no dejaba de mirarle con aquellos ojos asustados.
-Yo vivo aquí-le dijo.
-Pero si esta rama se rompe con tu peso puedes hacerte mucho daño.
-El hipopótamo no dejaba de mirarle asustado.
-Yo siempre viví aquí.
El patito le miró a los ojos y no pudo resistirse.
-Si estás tan tranquilo y siempre viviste aquí, ¿Por qué tienes los ojos tan asustados?
El elefante abrió todavía más sus ojos y le contestó.
–Llevo muchos años viéndote dar vueltas sobre la casa y nunca pude imaginar que podrías volar, por eso estoy tan asustado.


El patito decidió no empeñarse en entenderlo todo y siguió su camino por el planeta Cho, que no dejaría de sorprenderle nunca.

Fin