martes, 7 de agosto de 2007

Corporación Dermoestética

Me fijo en los anuncios del periódico. Una mujer de figura y cara perfecta, correctamente despeinada, cintura al aire y mirada coqueta, pinta un cuadro; me llama la atención porque sus manos sostienen un pincel que levita en el aire con gracia frívola sin prestar atención a lo que pinta, pero me pongo en la piel del publicista y realmente ¿quién dijo que la pintura necesita concentración, decisión y mirada al modelo cuando se está en el peso perfecto?, es más, ¿quién necesita pintar con ese cuerpo?
A la izquierda de la página la opinión de Raquel que así se llama la princesa que nos alegra la mañana con sus confidencias:"cuando acudí a Corporación Dermoestética, la clínica y el trato del personal me inspiraron mucha confianza. Ahora me siento feliz al haber recuperado la silueta. ¡Ojala lo hubiera hecho antes! De esta manera llana y sencilla nos desvela el secreto de la felicidad.
En la misma página un recuadro pequeño a la izquierda un hombre de bata blanca, gafas a media altura, bolígrafo en mano y sonrisa desafiante nos comenta lo importante para la clínica en cuestión, motivo de su aparente felicidad :lo importante es la confianza de Raquel.
El publicista entiende que no hay necesidad de hablar como suelen hacer los médicos, de riesgos ni pros y contra de la operación. Sería una solemne tontería, un buen cuerpo, una bata blanca que lo certifique y una cara sonriente que entre por los ojos a las millones de mujeres con esos kilos malditos es suficiente.
Pero aún queda lo peor, porque como señala Carmen Gómez Ojea pronto los obesos serán los nuevos leprosos y tendrán que ir por las calles haciendo sonar las tablillas de San Lázaro o algún día una corporación cualquiera nos propondrá arrancarnos todas las piezas dentarias para ingerir sólo purés muy ligeros y líquidos y alcanzar la felicidad completa a un precio adecuado.
Y si no, al tiempo.

Cosas mías