miércoles, 25 de julio de 2007

Cosas mías

Limpiar los cristales

La semana pasada limpié los cristales. En mi caso fue un trabajo que necesitó preparación psicológica importante, materiales adecuados y una estrategia de lateralidad para dejar colgando el cuerpo en la ventana.
No daba el sol ni llovía, así que aquel día de la semana era perfecto. Fui a la tienda, compré limpiacristales, un trapo y un aparato con goma que resbala en el cristal y lo deja limpio.
Siempre me fijo en el instrumental que llevan los limpiacristales profesionales que trabajan en la calle: caldero, herramienta, materiales y el toque que tienen al secar. Pero debí fijarme más en los profesionales de los semáforos, porque el secreto está en el jabón. Hay que enjabonar bien, de esto me enteré por una amiga especialista en el tema a la que desde aquí mando un saludo y mi agradecimiento eterno.
Yo había comprado un limpiacristales que no daba espuma y eso me despistó, porque al ser líquido transparente y yo no tener las gafas puestas , gasté innecesariamente medio litro de aquello. Total, que ese trabajo aparentemente sencillo se convirtió en un foco de frustración por varias cuestiones, la goma al no resbalar bien dejaba marcada en el cristal miles de rayas muy visibles. Yo repetía y repetía insistentemente el proceso pero en vez de limpiar entafarraba cada vez más. Por si fuera poco el aparato de los cristales al que añadí un palo para que llegara a la esquina más alta del cristal me cayó a la calle, momento en que cerré las ventanas, di el trabajo por terminado y las gracias a que existiera una cosa llamada cortinas. La semana siguiente practiqué la “pasividad activa”, nombre que se da cuando haces todo menos lo que tienes que hacer y resultó una semana muy agradable.