sábado, 3 de febrero de 2007

Cosas mías

La piedra rosa

Dulcinea era una culebra testaruda, vivía en el desierto sobre una piedra rosa. Sola y exhausta recorría diariamente 30 kilómetros para buscar sustento y recoger el trébol misterioso de las dunas. Era muy difícil llegar hasta él, pero merecía la pena el esfuerzo, el trébol era su refresco diario, sin esa gota de rocío que el trébol guardaba, la piedra no se humedecía y eso era lo único que le hacía conciliar el sueño.
La gota de rocío hacía que la piedra se iluminara, y se volviera de un tono rosado que resplandecía toda la noche en el oscuro desierto; Dulcinea apoyaba la cabeza y así se quedaba dormida todas las noches, esa era la formula mágica para reunirse con sus amigos. .
Bajo la tierra estaban enterrados muchos de sus antiguos compañeros que un día habían dejado de respirar y se habían convertido en parte del desierto, ella los visitaba siempre en sueños; Petra la culebra chillona, Juana la complaciente, Perico el fanfarrón, charlaban sobre su desierto , el tiempo, las estrellas y el trébol. Dulcinea no faltaba nunca a la cita y ellos tampoco.
Una noche su amigo Eolo el aviador divisó a lo lejos un mar rosado inmenso, situado detrás de las dunas, pensó en su amiga y voló hacia allí . Después de atravesar kilómetros y kilómetros de desiertos con un sol abrasador, la encontró.
No era un buen día para Dulcinea, su trébol se estaba secando a causa de la tormenta de arena y la gota necesaria de rocío no llegaba a la roca.
Eolo, viéndola tan ensimismada, espero tres largas horas en el cielo, aparcó su avioneta en el ancho desierto y espero otras 5 horas sentado en la arena, necesitaba que Dulcinea le prestase toda su atención para indicarle el camino.
Tras las dunas, había encontrado un río rosado lleno de hermosos tréboles y culebras testarudas; estaba seguro que eso terminaría con la soledad de su amiga.
Dulcinea estaba ensimismada en lo suyo, , habían pasado siete horas y Eolo que había salido de casa sin desayunar, se estaba cociendo por dentro y por fuera.
-Dulcinea, tengo que decirte algo importante,
- Déjame, tengo que concentrarme en el trébol no quiero que nada le moleste, tu avión le esta haciendo daño, ¿como se te ocurre venir después de un temporal?, en mi vida lo vi, qué poco sentido, por favor vete, vete, márchate ya.
Eolo se marchó muy triste mientras la piedra rosa de Dulcinea se oscurecía por momentos.