sábado, 3 de febrero de 2007

Inteligencia artificial

Inteligencia artificial
El llamado problema del cuarto chino (Searle, 1980) puso en jaque a la validez de la inteligencia artificial. El argumento del cuarto chino es el siguiente: colocamos a un inglés (que no comprende el chino) en un cuarto cerrado, donde se encuentran símbolos en chino, e instrucciones en inglés de cómo manipular estos símbolos. Por una rendija, científicos chinos le dan al inglés instrucciones en chino, las cuales no comprende, pero guiándose por las instrucciones que tiene en inglés, manipula los símbolos que tiene en el cuarto de forma tal que obtiene una respuesta correcta en chino. La situación es la siguiente: el inglés da la respuesta correcta, tal como lo haría una computadora con "supuesta inteligencia", pero no es consciente de qué fue lo que hizo. Por lo tanto, las máquinas no pueden tener inteligencia, sólo es una farsa de ella.
Muy bien. El argumento del cuarto chino suena muy convincente, tanto, que ¿por qué no lo aplicamos a nosotros mismos? Por ejemplo: uno puede manejar un automóvil sin necesidad de saber mecánica. ¿Por esta razón no puede manejar? Creo que no. Los niños pueden manejar computadoras sin la necesidad de tener conocimientos profundos acerca de microprocesadores. No necesitamos saber qué es el amor para poder amar, ni necesitamos saber qué es la vida para poder vivir. ¿Cómo podemos pretender juzgar a una inocente computadora si tiene inteligencia o no porque no sabe qué es lo que hace, si nosotros tampoco sabemos cómo funciona nuestra mente? Dado que no sabemos precisamente qué es la mente, ni cómo funciona, no podemos utilizar este criterio para valorar la inteligencia en máquinas u otros animales.


¿Qué podemos entender por inteligencia?


Si no podemos comprender el funcionamiento de nuestra inteligencia, sólo podemos juzgar la inteligencia a partir de las acciones. Turing (1950) propuso una prueba para determinar la inteligencia en una máquina. Simplificando, sería esta: una persona interroga a un hombre y a una máquina, los cuales están aislados del interrogador. Si el interrogador confunde a la máquina con un hombre, esta máquina es inteligente. Nótese que no importa cómo funcione la máquina, con tal de que reproduzca el comportamiento humano.
Vemos que esta prueba depende del criterio del interrogador, quien juzga si las respuestas son satisfactorias o no. Extendiendo esta prueba, y basándonos en las ideas del Dr. Mario Lagunez, podemos decir que para que un sistema (hombre, animal, máquina) sea considerado inteligente, éste tiene que realizar una acción. Después, una tercera persona juzga si la acción fue ejecutada de una forma inteligente o no. Como vemos, un sistema puede ser inteligente para algunos y para otros no.
La inteligencia no se tiene, se exhibe.
Para comprender y para simular a la mente no sólo hay que preguntarse qué es y dónde se encuentra, sino también cómo llegó ahí. Es por esto que nuestro interés se enfoca hacia la evolución de la cognición.
Suponemos que el hombre evolucionó de animales con un menor desarrollo intelectual. No creemos que la mente se haya obtenido instantáneamente, sino por medio de largos procesos evolutivos. Primero, la selección natural determina que sobrevivan especies capaces de adaptarse a su medio. Mientras mejor se adapten, podríamos considerarlas más inteligentes. Ciertas especies, dependiendo de varias condiciones, se organizan en sociedades. Al formarse sociedades, para poder lograr fines comunes, se desarrollan medios de comunicación: lenguajes, tales como podemos percibir en insectos sociales (e.g. hormigas con feromonas, abejas con "bailes") y en varios vertebrados (e.g. ballenas con cantos, una multiplicidad de expresiones relacionadas con el apareamiento). Para que haya lenguajes, ya debe de haber ciertas construcciones conceptuales. Los conceptos se forman simplemente al repetirse una experiencia. Cuando se tiene un lenguaje se le puede asignar un nombre al concepto. Los conceptos pueden hacerse más y más abstractos, y el lenguaje permite que los conceptos sean transmitidos y discutidos. El lenguaje permite que los conceptos puedan sobrevivir a través de generaciones y evolucionar. Estos conceptos representan conocimiento. Es la acumulación del conocimiento lo que permite que se forme una cultura. La cultura retroalimenta al individuo, el cual puede desarrollar capacidades cognitivas facilitadas por la cultura.
Nosotros no somos muy distintos genéticamente a los hombres que cruzaron el estrecho de Bering hace alrededor de diez mil años. Pero intelectualmente, los avances en el último siglo han sido impresionantes. Estos avances se dan por la evolución cultural, no sólo por la natural.
Es claro que físicamente se requiere de un organismo que tenga capacidades cognitivas. Pero uno no nace con mente. La mente se forma dependiendo del medio con el cual tenga que contender.
Si queremos comprender y simular la mente, tenemos que comprender y simular todo el camino que la mente ha recorrido.