martes, 12 de febrero de 2008

Retrato del conde Guillem de Tolosa


A Bernat, pacientísimo escudero,
que —muerto el conde— meó sobre el rostro
de su señor, sin ningún respeto



Igual que el rayo o una granizada
fuiste causa de ruinas y de daños;
tú que amabas los labios carmesíes
aún más que a tus halcones y caballos.

Amondongado y con el vientre flojo,
gozabas del derecho de pernada
sobre las hembras de la servidumbre,
caldeando tu cama sin frazada.

Ahora, cerdo prepotente y craso,
con la muerte grabada en el semblante
y el pecho de una flecha traspasado,

con gozo —vil señor— sobre tu cara
relajo los esfínteres y orino:
me meo en ti y disfruto la meada.

(Gerard Vergés. La raíz de la mandrágora.
Traducción de Ramón García Mateos.
La Poesía, Señor Hidalgo.
Barcelona, 2005.)