Cuando yo era pequeña no había literatura infantil, ni bibliotecas infantiles. Había tebeos. En mi casa se leía el periódico, donde las esquelas ocupaban la conversación principal y unos libros del “Círculo de Lectores” que quedaban bien en las estanterías.
La imagen de unos padres leyendo plácidamente en el salón, no tenía nada que ver con el trasiego del negocio familiar. En realidad las librerías existían para comprar los libros del colegio y era un gasto que se resolvía a principio de curso. La Literatura Infantil consistía en ir al quiosco y comprar “El Capitán Trueno” , “El Pulgarcito”, y la vida de alguna mártir decapitada o serruchada por piernas o brazos. Hoy leí que a Almudena Grandes le cambió la vida cuando su abuelo le regaló “La Ilíada”.
No me lo puedo imaginar.