domingo, 7 de diciembre de 2008

Labores Zen 3.Esa plancha.

Mientras apilas la ropa seca en “montoninos” notas como te reafirmas sobre el suelo segura y serena. Siente como se relaja el cuero cabelludo, la frente, los ojos, la nariz, la boca. Desciende suavemente por todo tu cuerpo y nota como se relaja el cuello, los hombros, y sobre todo los brazos que suben de temperatura y se hacen más pesados a medida que los montones de ropa aumentan. Lentamente saca del armario la plancha al tiempo que visualizas un pequeño sendero que conduce hasta la cercana cima de la montaña donde vive el urogallo, un ser que te hablará de amor y ternura.
Notas cada vez más claramente una melodía que acompaña tu caminar pero que ahora se hace más presente. Continuas avanzando por el sendero, y te aproximas a la cueva. Pronto verás una pequeña hoguera y junto a ella vagamente al cantarín urogallo ,entre la luz oscilante de las llamas...
Acércate a la hoguera, recoge un poco de leña y añádela sobre el fuego. Ahora estira los brazos con júbilo y sacude esos pantalones vaqueros hasta que consigan una forma conocida y visualiza el canto del urogallo en la montaña mientras arrastras suavemente la plancha por la entrepierna tarareando “supercalifragilisticoespialidoso”.
Disfruta de ese momento único e irrepetible y con la misma serenidad no olvides que hace miles de años La mujer estaba tan tranquila disfrutando de las arrugas hasta que un chino ocioso fabricó una lata con brasas y mango y nos complicó la vida sin importarle lo más mínimo sus consecuencias. Que en ese afán masculino de “yo más” apareció la plancha de hierro , más tarde la de carbón, hasta que llegamos a la de vapor, inventada por un americano orgulloso de simplificar la tarea domestica, complicada desde siempre por los mismos . A continuación imagina una luz muy dorada , brillante y revitalizante de manera que calma todas tus ansiedades y sigue respirando serenamente sin olvidar que el aparato en cuestión consta de un enchufe, un mango , un “agujerín” por dónde meter el agua , una rueda con miles de letras pequeñas y unos furacos paralelos que sudan. Todo ello acompañado de un libro de instrucciones que invita a la depresión. De ahí la importancia de este ejercicio.