sábado, 17 de noviembre de 2007

Mi vida como coliflor


Desperté oliendo a coliflor, fui al baño me miré al espejo y era una coliflor, sacudí mi cabeza y lo único que conseguí fue tirar al suelo un mechón blanco apelmazado, uno de los pocos brotes que tenía. Me envolvió la duda de si las coliflores tenían pensamientos, quizás estaba en la vida real y la otra, la de ir a trabajar y hacer malabares con el sueldo era la vida de mentira. Decidí que mi vida real era la de coliflor y por un momento me alegré de no darle más vueltas a la factura del coche.
Lo admití, era una coliflor corriente, no muy robusta ni esplendida, aunque mirando en los diccionarios descubrí que estaba en mi mejor momento porque los meses más espectaculares de mi crecimiento eran de septiembre a enero.
Pero ¿dónde estaba?,¿tenía familia? ¿trabajaba? ¿tenía un nombre? ¿cuanto duraría mi vida como coliflor? ¿hablaba además de pensar? Me centré en el aquí ahora, y de momento solo quería saber dónde estaba.
La mayor de las posibilidades era vivir en cualquier huerto tomando el sol, pero no, en mi afán de complicarme la vida estaba sentada en el tren camino del trabajo con mis botas apaches y mi vestido nuevo sufriendo de politonos . Mi cabellera ranuncula se descomponía lentamente a medida que la gente de mi alrededor comenzaba a hablar por sus móviles, los politonos distribuidos por el vagón convertían mis ramificaciones florales gruesas, blancas y tiernas en una masa amorfa dentro de una cabeza acogollada y a punto de explotar. Por un momento sentí como mis raíces se desprendían y mis neuronas saltaban al vacío desquiciadas.
Allí estaba , sola con mi Yo y mis ramificaciones florales.
De repente la azafata invisible recomendó en la estación de Villabona no meter el pie entre el anden y el tren y un escalofrío me recorrió el tallo; indefensa y minusválida no estaba segura si podría saltar al andén sin desparramarme, y en el caso que me desparramara alguien se daría cuenta o quedaría allí hasta que la lluvia me disolviera. Era de dominio público que las coliflores prefieren suelos porosos, no encharcados ,pero desconfiaba que algún pasajero se diera cuenta de mis problemas al saltar.
Mientras pensaba todo esto mi cabeza había crecido tanto que los dos jóvenes que se habían sentado a mi lado se vieron forzados a cambiar de asiento.Por fin la azafata invisible anunció mi estación.
Corrí a mirarme otra vez en el espejo y descubrir quién era.