jueves, 8 de noviembre de 2007

Agradecimiento

De vez en cuando se apretaba la barriga como queriendo sujetar el dolor y la rabia. Pero allí estaba enseñándonos el Mí y el Sol en el compás adecuado, trabajándonos la voz, buscando la armonía que lo suaviza todo.

Siempre me pareció una mujer del Este con su blancura extrema, su pelo rubio, sus facciones fuertes y su sonrisa de niña. A pesar de su juventud me recuerda esas mujeres rusas capaces de llevar más peso del debido, acostumbradas al trabajo y a digerir todos los problemas del mundo sin llantos, con esa forma de ser aparentemente fría, a veces torpe y brusca, pero capaz de mezclar la hermosura de la música con los tacos del chigre y los desmanes de la vida, una valentía que siempre pasa factura.

Nos contó el suceso de su madre el lunes 5 de noviembre y me acordé de lo que Milán Kundera escribe sobre los beneficios de recibir una pastilla al nacer para decidir libremente y con el menor sufrimiento la hora de irse.

Pero la vida sigue y ella mantiene las horas de ensayo tragándose su historia, dirigiéndonos con una mano mientras con la otra sujeta el dolor en las tripas.
Escribo esto como reconocimiento a su trabajo en estos momentos de tanto dolor.