miércoles, 31 de enero de 2007

Las Babayagas de La Cogolla.

Hay un espacio misterioso, arropado por carbayos , donde la luna se enamora todas las noches de algún cometa. Un lugar rodeado de montañas y árboles centenarios donde los abuelos de las babayagas construían casas fuertes, capaces de resistir guerras, tormentas y huracanes. Las babayagas de La Cogolla habían decidido pasar allí sus días.
El clima era agradable, las lluvias hacían que el verde se mantuviera, y la vida transcurría entre la alegría de los días buenos y la tristeza de los días malos.
Todas las babayagas nacen conociendo los secretos más misteriosos de las plantas, pero las nacidas en La Cogolla tenían dos dones especiales, el del entusiasmo y el de la memoria. Eran capaces de recordar las historias más olvidadas, los poemas más largos, las canciones de Concha Piquer, la jota de Cadavedo y todas las estaciones ferroviarias de Nava al Kurdistan.
Sus cabezas estaban llenas de recuerdos; de embrujos de orujo, de viajes por carreteras desconocidas, de mercaos con sabor a vida. En momentos sublimes recitaban a Pachín de Melás y Antón de Marirreguera mientras la pota fervía. Pero el secreto más guardado, envidia de toda la comarca era su pócima para alegrar el alma.
El alcalde lo sabía y enamorado de la cultura musulmana, colocó un bando a la entrada del pueblo por el que todas las babayagas estaban obligadas a peregrinar a La Cogolla, en vez de a la Meca, por lo menos una vez en la vida. Para tal fin el Ayuntamiento colocó un mapa explicativo en la página güeb que era un lujo.
Todo ocurría de manera natural, el lugar era un espacio encantado de espíritu cantarín. Un calor de amistad con sabor a Eurovisión y olor a cuero y fervinchu . Todo aquel que probaba la experiencia, recordaría en su memoria canciones, bailes y risas durante mucho tiempo.

Un mal día ,cuando los vientos soltaron su ira a las estrellas y el cielo soltó su peor carcajada, la casa se estremeció .Fue entonces cuando todas las babayagas de la comarca enfurecidas con el destino soltaron sus poderes y tejieron con sus recuerdos una red gigante que protegiera para siempre la casa de La Cogolla.