sábado, 6 de octubre de 2007

Un paseo por los hospitales

Todos nos hacemos mayores un día y visitamos hospitales con más frecuencia; darse una vuelta por allí es encontrarse con batas blancas, cabezas rapadas, niños de tez pálida, parientes, trabajadores y amigos que suben y bajan. Visitantes y visitados variopintos como la vida misma; los hay que critican el sistema, la comida, la medicación y el trato, los que cuentan sus enfermedades al ventestate, los que amargan con su mirada triste, y los de” aquí no pasa nada”. Entre los trabajadores de bata blanca las jerarquías son evidentes y salvo raras excepciones el protagonista suele ser el medico, que si hay suerte, se convierte en el brujo que nos aleja de la muerte. El paciente por lo general hundido en su enfermedad y en su indefensión a veces no sabe ni qué pensar, ni qué preguntar y suele optar por una relación de dependencia absoluta, disciplinada y de dejarse hacer.
Hay quien desearía que alguien caritativo lo anestesiara al primer dolor o noticia inesperada y lo despertara al mundo cuando todo pasara para sufrir lo menos posible, pero mejor prepararse un poco por si no hay anestesia. Según los entendidos hay distintas formas de vivir la enfermedad:
Hay personas que viven en función de su mal y para ellos estar enfermos significa estar atendidos y permanecer al margen de las preocupaciones y problemas cotidianos, en éstos la motivación para curarse es baja. Otros se niegan a considerarse enfermos bien porque no soportan la ansiedad o por miedo a la dependencia y por último los hay que aceptan su situación incorporando la enfermedad al concepto global que tienen de sí mismos, son capaces de controlar la ansiedad, manifestar sus miedos y mostrarse decaídos sin perder el equilibrio.
También la enfermedad tiene sus fases:
La 1ª fase es el decaimiento, según los expertos el decaimiento inicial del enfermo puede ser útil para aceptar su situación, colaborar en el tratamiento y demandar atención y cuidados. Si el decaimiento se hace largo el enfermo puede convertirse en un ser agobiante, exigente, irritado y desilusionado que todos conocemos.
La 2º fase es la negación, que puede ser un mecanismo de defensa para olvidarse de la enfermedad y así llegar a no creer o no pensar que estas enfermo.
La 3º fase es la proyección psicológica, que consiste en echar la culpa a quien lo atiende como el responsable de sus problemas. En esta fase la sensación de estar en la mano de los demás puede producir una reacción de miedo y la 4º fase es refugiarse en la imaginación, huir de la monotonía sustituyendo las imágenes frustrantes en otras más placenteras. Parece que estas fases ayudan a adaptarse a la enfermedad manteniendo cierto equilibrio emocional. Pero debe existir una última fase, la del sentido del humor ya que existen relaciones manifiestas entre el humor y la buena salud, así como entre el optimismo y la curación. Buenos o malos humores antiguamente denotaban respectivamente, buena o mala salud corporal. En general, el sentido del humor nos ayuda a suavizar la vida, nos aumenta las endorfinas y nos alegra la existencia y si tienes la suerte de tener alguna prima que lo practica, pues mejor.