martes, 11 de enero de 2011

Mitos de la lateralidad de género




Según el IV estudio bianual de European Professional Women’s Network (EuropeanPWN), las mujeres componen el 11,7% de los consejos de administración de las 300 principales empresas europeas. En 2004, esta cifra era del 8%.

Datos, creo que preocupantes y que confirman uno de los temas que os quería plantear, el del llamado “Feminismo Iluminado”. Término adaptado del de Sut Jhally, “racismo iluminado”, se refiere a una nueva forma de machismo que acepta y celebra los logros de la mujer aparentemente, pero que en la realidad repudia el feminismo, negando su rebeldía y manteniendo a la mujer “en su sitio”.

Lo adapta Susan Douglas, que nos previene: debemos evitar las fantasías de poder que los medios vienen generando desde hace tiempo. Dicho en otras palabras, de sociedad igualitaria, todavía, nada de nada. Los medios transmiten una imagen de falsa igualdad que nadie, realmente, se termina de creer.

La realidad, es bien distinta, como reflejan varios estudios. Especialmente interesante me resulta un estudio en Communicate Science, que hace evidente lo que muchos/as imaginamos: la desigualdad en la valoración del trabajo según provenga de hombres o mujeres.

Emulan la valoración entre pares de varias “lectures” con similares argumentos y concluyen que aunque las mujeres tendían a valorarse mejor entre sí, los hombres recibían, en general, valoraciones más altas.

La realidad parece, así, confirmar el origen del problema: el ser humano es altamente sensible a la injusticia y cuando la mujer se da cuenta, pronto, de que la igualdad que supone no es tal se inhibe en cuanto a producción cultural, presencia en puestos de poder o investigación científica. La excusa es a menudo la conciliación de la vida familiar y profesional, autoconfirmando diferencia y generando un círculo vicioso difícil de parar (numerosas entrevistas a directivas confirman lo evidente, que no resulta en absoluto imposible compaginar el hecho de tener hijos con el trabajo)








Nuevo neurosexismo