Aquella mañana llovía a mares, parecía imposible que alguien predijese buen tiempo dos horas más tarde, pero así fue, lánguida y mortecina la mañana transcurría entre garbanzos, limpiezas y trasiego de libros y plantas; entonces ocurrió, sonó el teléfono y como era costumbre desde hacía años el perro nos contó su historia de todos los días, había salido a primera hora a oler farolas, paredes, hierbas, culos y flores, era un buen día para salir a dar una vuelta.