Sentada en el autobús, desde la penúltima parada
todos los días veo a través de los cristales la casa donde nací.
Una casa vieja rehabilitada con un color amarillo blando
situada en una calle estrecha donde casi no hay nada que ver.
Todos los días la miro,
un día entraré en el portal y la oleré para que la pituitaria me envuelva
en recuerdos de recién nacida.