Mi amiga gansteresa salió del banco con cinco millones en la cesta y una sonrisa, tras disparar cuatro tiros y dejar sin dientes al director de la sucursal bancaria que le ofrecía caramelos con una mano mientras con la otra le embargaba su casa.
Después entró en la confitería Rialto, compró un milhojas y se lo comió.
Sus dientes eran blancos como el coral.